
Por: Patti Reyes
IG account: @lapattireyes
Hay melodías que no solo se escuchan, se sienten como una caricia que viene del más allá. En cada nota vive el eco de quienes ya no están, pero siguen acompañándonos en melodías que atraviesan el tiempo. Porque Cuando las palabras no bastan, la música se convierte en altar, en puente, en promesa de que la memoria nunca muere.
En esa línea invisible entre la vida y la eternidad, Kinky se pregunta “Adónde van los muertos”. Tal vez van a los acordes donde habitan nuestros recuerdos, a las canciones que encendemos cada noviembre para sentirlos cerca. Y es que cada vez que suena una melodía con su nombre, el alma se abre y vuelve a bailar con ellos.
“Recuérdame” de Carlos Rivera y Natalia Lafourcade nos invita a mantener viva la presencia de quienes amamos. “En honor a los muertos” de la banda de rock El León rinde tributo a los que partieron con ritmo y orgullo. Y “Fantasmas” de Humbe nos recuerda que el amor no desaparece, solo cambia de forma, flotando entre los silencios que antes compartíamos.
Hay canciones que lloran con dulzura, como “Confieso” de Kany García o “Un alma en pena” de Mon Laferte, donde el dolor se vuelve arte. Otras, como “La Llorona* en la voz de Chavela Vargas, son rezos antiguos, cantos que nos conectan con nuestras raíces y con la mística mexicana que convierte la muerte en una fiesta de recuerdos.
También están los himnos que nos enseñan a mirar al cielo sin miedo: “La muerte del Palomo” de Juan Gabriel, “El cielo de los perros” de Dani Martín, “Calavera” de Carlos Rivera y “La nostalgia” de Julieta Venegas. Cada una es una flor sonora en el altar del alma, una forma de agradecer por todo lo que fue, por todo lo que aún sigue vibrando en cada acorde.
“Pajarito colibrí”, del renombrado álbum *De todas las flores* de Natalia Lafourcade, es una canción que atraviesa el alma de quien la escucha. Con su voz dulce y profunda, Natalia convierte imágenes de libertad y esperanza en un canto que reconforta y acompaña en la memoria de los que han partido. El colibrí que inspira la letra se presenta como un mensajero espiritual, recordando la importancia de la felicidad y la libertad, y transformando la nostalgia en ternura y conexión con la vida y quienes ya no están físicamente, pero permanecen en el corazón.
Por último, “Almas”, el estreno más reciente del Ex académico Carlos Rivera , marca el inicio de un nuevo capítulo en su historia musical, una canción que trasciende el dolor para convertirse en un abrazo eterno. Con esta pieza, el artista rinde homenaje a su padre y, al mismo tiempo, a todas las vidas que dejaron una huella imborrable. Es un canto que celebra la conexión entre quienes seguimos aquí y quienes ya partieron, recordándonos que el amor no se acaba con la ausencia. “Almas” es perfecta para dedicar a nuestros muertos, porque en cada nota vibra la certeza de que nunca se van del todo: siguen latiendo en nosotros, más allá del tiempo.
Porque la música no olvida, ella guarda los nombres, los abrazos y las risas que creímos perdidas. Escuchar estas canciones es encender una vela invisible, es volver a sentirlos cerca. Y así, entre guitarras, voces y recuerdos, celebramos que mientras haya melodías, nadie se va del todo.

