
De la mano de la celebración de una nueva edición de la Semana de la moda en Nueva York, donde las pasarelas marcan tendencias a nivel global, surge una reflexión distinta sobre el poder cotidiano de la moda. La diseñadora y especialista en crianza Mónica Aguilar propone mirar más allá de las luces del fashion week para preguntarse qué lugar ocupa la moda en la vida de una madre.
Creció en un hogar donde la estética y el cuidado personal tenían un valor propio: su madre, cada mañana, se levantaba temprano, se bañaba, se arreglaba y se maquillaba como si tuviera un compromiso importante y luego, con el delantal puesto, comenzaba con los quehaceres de la casa. Ese gesto repetido fue para Aguilar una enseñanza silenciosa: verse bien no era una obligación, sino una manera de recordarse a sí misma que también importaba. De su padre, decorador de interiores, heredó la creatividad y el ojo ecléctico para combinar lo que “no combina” y transformarlo en estilo, impronta que la llevó a estudiar diseño de modas, un camino que más tarde se cruzaría con la maternidad y la crianza. Hoy, su mirada une ambos mundos: “Combinar piezas y crear un estilo único es también un reflejo de cómo mezclamos nuestras facetas de mujeres y madres”, sostiene.

Uno de los desafíos que Aguilar señala es cómo la maternidad suele desplazar el cuerpo y el tiempo propio a un segundo plano. En ese contexto, el espejo puede transformarse en un juez cruel que recuerda lo que “ya no es”. Para ella, el desafío es resignificarlo: convertirlo en un aliado que nos recuerde quiénes somos más allá de la maternidad. “Vestirse con intención no es vanidad: es presencia. Es recordarnos que también importamos”, afirma. Un color que ilumina, un accesorio que conecta con nuestra esencia o una prenda que sostiene la identidad son pequeños actos de autocuidado que, según Mónica, tienen un efecto directo en el ánimo y en la seguridad que transmiten las madres a sus hijos.
En tiempos en los que las pasarelas imponen ritmos vertiginosos, Aguilar apuesta a una moda consciente en la maternidad. No se trata de perseguir tendencias efímeras, sino de encontrar un equilibrio entre comodidad y estilo. Un pantalón que facilita la lactancia, un vestido que acompaña el movimiento o unos tenis que permitan correr detrás de los niños sin perder elegancia son ejemplos de esa fusión posible. “La moda en la maternidad no se trata de tendencias sino de aprender a mezclar comodidad y estilo”, señala. Para ella, el estilo personal puede convertirse en un recurso emocional: cuando una madre se siente auténtica en su ropa, también se siente más disponible para cuidar y disfrutar de la crianza.
En una sociedad que sigue esperando que las madres se entreguen por completo, Mónica defiende el arreglo personal como un acto de resistencia y amor propio. “El autocuidado no es egoísmo: es el acto más revolucionario de una madre”, asegura. El gesto puede ser tan simple como pintarse los labios o elegir un atuendo que provoque una sonrisa frente al espejo. No se trata de ocultar la fatiga ni negar la realidad, sino de recordarse cada día que la maternidad no borra la esencia personal. “Nuestros hijos aprenden que el cuidado personal es parte de la vida cuando nos ven elegirlo cada día”, concluye.En medio de una semana en la que la moda acapara los titulares internacionales, la propuesta de Mónica invita a mirar hacia adentro. La verdadera pasarela, sugiere, no siempre está en Nueva York: a veces se encuentra en el espejo de cada madre que decide vestirse para habitarse mejor.

