(Segunda parte)
Por Alicia Alarcón
Los mexicanos, una raza aguantadora, silenciosa, nostálgica, sin líderes y sin representantes en el Congreso que los defienda, se mantuvieron silenciosos, incluídos sus medios de comunicación, con excepción de Jorge Ramos, ante la granizada de insultos que les lanzaba el entonces candidato a la Presidencia del país que los había acogido como hijos pródigos.
Su vida no podía ser mejor, gracias a una ley del Presidente saliente, tenían seguro médico a bajo costo, habían salvado su casa de los bancos que amenazaban con desalojarlos y gracias al recién formado Buró en defensa de los consumidores habían podido consolidar sus deudas impagables por las tasas de interés que los bancos les asignaban.
No esperaban que la etapa de tranquilidad y prosperidad económica recién adquirida se iba a ver alterada por el nuevo Presidente, que gracias a la ayuda recibida de los rusos en las redes sociales y sus discursos antimexicanos había logrado obtener la silla Presidencial.
Confiados en que los discursos del Presidente, en su momento, habían sido estrategias de campaña, no esperaban ningún nuevo adjetivo contra su persona, hasta que surgió el nuevo y el más peligroso: ¨Invaders.¨ El Presidente se dedicó una y otra vez, ya como Presidente electo, a pregonar por todo lo largo y ancho de la invasión que venía del Sur y que amenazaba con acabar con las costumbres, la cultura y lo que quedaba de raíces europeas de la nación que ahora él dirigía. ¨¡They are invaders!¨ ¨¡It is an invasion!¨
Para las fuerzas Hitlerianas de la Union Americana, mejor conocidas como ¨Supremacistas Blancos¨ aquellas palabras fueron interpretadas como órdenes de movilización. En su plan de ataque incluyeron un nuevo grupo, hasta entonces considerado poco digno de su atención. ¨The Mexicans¨. Su lucha supremacista de los últimos meses se habían concentrado en los judíos, musulmanes y negros. El Presidente les trazaba ahora un nuevo mapa de acción a través de sus discursos. El definitivo fue el que dio en el Coliseo de un pueblo para ellos, hasta entonces desconocido, El Paso, Texas. Fue ahí donde el Presidente levantó sus manos, blancas como copos de nieve, y su rostro color naranja con surcos en las mejillas por la indignación de ver a su país ¨usurpado¨ por los ¨invasores¨ arengaba a la acción. ¨How can we stop them¨ ¨¡Shoot them!¨ Fue la respuesta.
Para Patrick Cursius esa fue la señal, se armó con un rifle de asalto, cientos de balas que acabarían con¨los invasores¨. Así lo dejó claro en su manifiesto y lo expresó verbalmente: Su intención era matar el mayor número de mexicanos. El objetivo: Hacerles entender que debían regresarse a su país, que su presencia era un peligro para las raíces europeas de esta nación. ¿No es ese el mensaje que el Presidente les ha dado una y otra vez en sus discursos?
Un doloroso despertar para los mexicanos fue el pasado 3 de agosto, un sábado que cambió la vida de todos los que pensaban que estaban exentos de ese tipo de barbarie. Hombres, mujeres, niños.. En total 22 perdieron la vida. Decenas más resultaron heridos.
¿Qué tanto despertó, al verse blanco de esta masacre, una población muy poco participativa en las elecciones y en la vida política de este país? La respuesta la tendremos en las próximas elecciones presidenciales del 2020.
Por ahora terminan de enterrar a sus muertos y escuchan con estoicismo las malas noticias que salen a diario del que ocupa la Casa Blanca. Más redadas, más medidas antinmigrantes, la más reciente, negarles cualquier posibilidad de arreglar documentos si han recibido ayuda del gobierno.
Que diferente hubiera sido si en ese discurso fatídico, en lugar de exaltar los sentimientos hitlerianos de los presentes, el Presidente les hubiera hablado de la razón del por qué tantas ciudades tienen nombres mexicanos; del por qué la alta presencia de la cultura del país del Sur en Texas. En su manifiesto, el agresor deja clara su ignorancia sobre la historia de este país. Nada de eso se enseña en las escuelas. Debo decir que su ignorancia no es mayor que la del que hoy ocupa la Casa Blanca.
Que diferente hubiera sido si después de la masacre de mexicanos, en lugar de leer un discurso frio y acartonado hubiera manifestado de viva voz, su repulsión por ese crimen, que fue un atentado contra esta gran Nación. No lo hizo, ni lo va a hacer porque es un convencido de la efectividad del método Goebbles para lograr sus fines. ¨Una mentira dicha una vez, sigue siendo una mentira, pero si la repites 1000 veces la conviertes en verdad¨. ¨Acusa al otro de lo que tú eres culpable¨. ¨Deshumanizalos. Descríbelos como invasores, como criminales, como anticristianos y el pueblo se lo creerá¨. Campaña de propaganda contra judíos diseñada por Joseph Goebbles, Ministro de Comunicación en la Alemania de 1941.