Por Alicia Alarcón
En el perchero está mi sombrilla, mi rompevientos y he agregado tres artículos más que necesito ponerme antes de salir al mercado con mi esposo: una mascarilla, guantes de plástico tipo cirujano y lentes de plástico transparentes.
La primera parada es en el Trader Joe´s más cercano. La fila para entrar se extiende a más de dos cuadras. Calculamos dos horas de espera. Optamos por el otro que está en la esquina de Lake y Del Mar, en Pasadena, ahí la espera se redujo a 40 minutos. La distancia está muy bien marcada, un poco más de seis pies divide a cada cliente, la mayoría lleva cubre bocas. Un empleado se encarga de desinfectar las carretillas al mismo tiempo que le da a cada persona que va entrar al establecimiento una toalla para que se desinfecte las manos.
También, cada 20 minutos sale un dependiente para anunciar a todos los que seguimos en espera una lista de los artículos que ya no tienen en existencia: Papel del baño, toallas para la cocina, servilletas y desinfectantes de ningún tipo. Algunos abandonan la fila. La espera es menos para los que quedamos.
Lo primero que salta a la vista es que ni el dependiente que está en la puerta ni el encargado de los avisos afuera usa tapabocas. Sólo uno usa guantes de plástico. Lo mismo sucede adentro, los empleados en cuclillas realizan en silencio sus labores sin ningún equipo de protección. La peor parte la llevan los cajeros que no se pueden dar el lujo de poner ningún tipo de sana distancia con los que ya pagan su mercancía.
Nuestra segunda y tercera parada es en los mercados grandes ubicados en las áreas donde los Latinos somos mayoría. La línea para entrar a la tiendas se extienden hasta la esquina donde terminan los negocios anexos.
A diferencia del Trader Joe´s que tiene un empleado para desinfectar cada carretilla y otro para anunciar que artículos se agotaron para que las personas que van de manera exclusiva a buscar esos productos no pierdan su tiempo, en las ubicadas en los barrios, la distancia entre los clientes es mucho menor que la reglamentaria. Hay un solo empleado sin ninguna protección en la puerta. El sistema para desinfectar a los que van llegando consiste en un galón de dudosa estabilidad, por la forma en que está colocado en la entrada, con una mezcla de agua y alcohol (quiero pensar que era alcohol,) muchas se pasan de largo para desinfectarse las manos. Sin que nadie se ocupe de limpiar de nuevo la superficie que es tocada de manera sucesiva por los que van llegando.
Resulta alarmante imaginar o suponer que personas portadoras del coronavirus asintomáticas que fueron a esos mercados a hacer sus compras, contagiaron, sin darse cuenta, a otras por el contacto que tuvieron con el mismo recipiente.
Este recorrido a los mercados lo hice exactamente hace una semana y hoy martes 7 de abril 2020, (fecha de cierre de edición) el Alcalde de Los Ángeles Eric Garcetti, anunció una nueva disposición que obliga a los supermercados proveer de cubrebocas a sus empleados. ¿Y los guantes? ¿Y las otras ciudades? Es una tragedia que esta medida no se haya aplicado a nivel nacional.