Por Alicia Alarcón
Falta media hora para el toque de queda y la empleada de la 99 Cents donde acabo de comprar el bicarbonato para neutralizar los olores del congelador no lo sabe. Su primer idioma parecer ser mandarín y no da señas de tener un segundo, incluido el inglés.
Le explico que si sabe que en media hora debe estar en su casa, ella sonríe de la misma manera en que uno sonríe cuando no entiende una pregunta o no sabe la respuesta.
En ese preciso momento suena un sonido agudo en todos los teléfonos de los que hacemos fila para pagar. La joven de piel blanca y ojos rasgados apenas le pone atención.
Le repito la pregunta cuando me regresa el cambio del billete de cinco dólares que le entregué apenas hace unos minutos. La sonrisa desaparece porque a estas alturas, ella supone que yo debo saber que no habla inglés.
Le pido a otra persona que me traduzca.
Tras el cubre bocas se asoma una preocupación repentina. Ella no tenía idea de que hay un toque de queda que debe respetar y por el movimiento de la tienda, no me parece que va a tener tiempo suficiente para cerrar la tienda y llegar a su casa antes de las seis de la tarde.
Hoy el toque de queda se adelantó una hora, en lugar de las 6 de la tarde, nadie debe salir después de las cinco, que pasa si me atrevo a salir de la casa después de las cinco.
¿Va aparecer una patrulla y me va arrestar? ¿Me van a dar una multa? ¿Y si me pongo mi sudadera negra para salir? ¿Me convierto en sospechosa de inmediato? La única forma de averiguarlo, es hacerlo, las calles están desiertas, la naturaleza invita a un paseo, el viento fresco golpea la cara.
La ciudad donde vivo es considerada una de las más pacíficas del condado de Los Angeles, los vecinos de la cuadra nos conocemos y nos cuidamos. También nos cuidamos de la policía que se afana en multarnos a la menor infracción de tráfico.
Recorro a buen trote las primeras cuadras, si no es por los carros estacionados enfrente de las casas, cualquiera diría que han sido abandonadas.
No hay nadie, absolutamente nadie en las calles. Dejo el trote y empiezo a correr porque me doy cuenta de que este sólo acto de andar fuera de mi casa a esta hora, me expongo a una multa o algo peor. Todo depende como me considere la policía: ¨Latina vestida de negro va corriendo tras la colina en violación al toque de queda¨. Tal vez mi piel clara es mi salvoconducto.
¿Cuándo fue que nuestras libertades se fueron restringiendo poco a poco? ¿Fue a partir del coronavirus? o empezó mucho antes. Las libertades fueron desapareciendo junto con la esperanza de mucha gente que se sintió traicionada por el Presidente que pensaron, por ser de su misma raza, los iba a rescatar del oprobio y la persecución, sólo para comprobar que resultó igual sino peor que los anteriores y el que tenemos.
No hay que olvidar que el movimiento ¨Black Lives Matter¨ surgió durante la Presidencia de Barack Obama por el aumento en la brutalidad policiaca y los crímenes contra jóvenes de raza negra que terminaron impunes.
Pensaron que un Presidente de raza negra iba a transformarlo todo. No fue así. La población de raza negra es como una nación huérfana, desolada, que vive dentro de otra nación que los castiga con la muerte al menor movimiento equivocado. Sus verdugos están protegidos. Los protege una placa y las leyes que están de su lado.
No hay liderazgo en la raza negra (menos en la Latina.) Son números que se manipulan en época de votaciones. Nadie entiende su clamor de justicia.
Lo peor es que los actos de violencia demostraron que sus peores enemigos están dentro de sus filas, con excepción de algunos jóvenes de raza blanca como Brian Jordan Bartels, de 20 años de edad de Allison Park, Pensilvania, responsable de la escalada de violencia que se vio en Pittsburgh y que ahora enfrenta 5 años de prisión, la mayoría de los que hicieron actos vandálicos fueron jóvenes de raza negra, incluidos también Latinos.
Un número minúsculo destrozo lo que tomó años construir en sus ciudades: Bibliotecas, tiendas, mercados, cafés. Cientos de establecimientos quedaron reducidos a vidrios rotos y cenizas.
Las Marchas continúan en todo el país, ahora son pacíficas, los vándalos desaparecieron de las manifestaciones, su lugar lo ocuparon mujeres y hombres de todas las edades que corean el mismo nombre: George Floyd, un hombre en la plenitud de su edad, que en los últimos minutos de su vida, clamó por su madre muerta.
El asesino mantuvo su rodilla sobre su víctima aun cuando ésta ya no respiraba.
El asesino está en prisión pero sus tres cómplices, siguen libres. La hipocresía y la falta de liderazgo en Minneapolis, lugar donde se dio la tragedia, son apabullantes. El Gobernador demócrata y su Jefe de Policía no atinan si arrestar o no arrestar a los otros culpables.
No se les ocurre que su ineptitud tiene algo que ver con las manifestaciones multitudinarias que vemos por todo el país.
Para los que preguntan ¿Cuándo se terminarán las marchas? Tal vez la respuesta es cuando se termine la cacería de jóvenes negros por parte de policías blancos.