Por Alicia Alarcón.
¿Qué planes tenía Mary Granados de 29 años para este fin de semana? Ir al mercado, visitar un lago el domingo con su familia. Preparar algo especial para el día lunes ¨Día del Trabajo¨. Nunca lo vamos a saber, tampoco su familia. Los planes que tenía Mary para todos los años que le quedaban, que eran muchos, no los pudo cumplir. Su vida fue truncada, no por la voluntad divina, sino por las acciones de un individuo, que no estaba desquiciado de la mente, sino del corazón y del alma.
Seth Aaron Stor salió la mañana del sábado pasado 31 de agosto de su casa rumbo al cine de la pequeña ciudad de Odessa en Texas. Su intención no era ver la película del momento, sino la de matar al mayor número de sus asistentes con la rapidez que su rifle de asalto AR-15 le permitiera.
Con el arma a un lado de su asiento, durante el trayecto, un simple error de tráfico se interpuso en su plan sepulcral. Olvidó marcar vuelta a la izquierda, una patrulla tomó nota de su omisión y le ordenó detenerse. La orden la respondió con una ráfaga de balas que tomó por sorpresa a los agentes.
De manera sorpresiva, Aaron logró evadirlos y se dio una persecución en la que el asesino a través de las ventanas de su auto, se dedicó a disparar su rifle al azar; las balas alcanzaron a decenas de personas que caían a su paso. Ese día, ajena a la tragedia que sucedía a su alrededor, Mary Granados se disponía a continuar con su labor de cada mañana, entregar de manera puntual el correo. ¿Vio al hombre armado con un rifle que se acercaba para sacarla con violencia de su carro postal? Nunca lo sabremos. Mary perdió la vida por los disparos que recibió en el cuerpo. El asesino emprendió una nueva huída en el auto postal que hasta hace unos minutos manejaba ella. A toda velocidad se dirigió de nuevo a su blanco original donde finalmente fue ultimado por policías que le dieron alcance, frustrando así su plan original.
El saldo final fue menor al que se proponía, pero no por eso menos trágico: 7 personas perdieron la vida, 22 resultaron heridas. Entre los muertos además de Mary también figura en la lista Yasmin Natero de 15 años. Entre los heridos, una bebé de un año 5 meses que recibió impactos de bala en su cara y en el pecho.
Lo peor es que, a pesar de los nuevos acontecimientos, en Washington, los siervos de la industria armamentista, empezando con el Presidente, siguen incapaces de ponerse de acuerdo sobre cualquier medida en contra de la proliferación de armas de alto poder. Resulta impensable que se resistan a pesar de las evidencias de que se debe restaurar la prohibición de este tipo de armas que expiró en el 2004. ¿Qué hizo el Presidente ante esta nueva masacre? Lo mismo que hizo en la última. Nada.
En este renglón, debo decir, no hay mucha diferencia entre los miembros de los dos partidos. Ambos están en los bolsillos de la industria armamentista y de su brazo derecho la NRA (La Asociación Nacional del Rifle) cuya misión es convencer a sus miembros que cualquier intento de control de armas por parte del Congreso es un asalto a su derecho de portar sus pistolas.
La protección que esta industria recibe en el Congreso resulta obvia y grotesca. Cada vez que hay una masacre, no importa donde, ni cuántas sean las víctimas, los representantes de los dos partidos que gobiernan la nación más poderosa de la tierra, brillan por su ausencia. Nadie se atreve a confesar su temor al NRA ¨el que se salga del guacal pierde su chamba¨. Hay una lista de legisladores que han perdido su reelección por enfrentar a la NRA.
Resulta igualmente grotesco y escandaloso el silencio que guarda el Presidente y los voceros del NRA que no han hablado del aumento en el tráfico de armas de todo tipo sobre todo las de alto poder que cruzan sin obstáculo la frontera mexicana. Para ese tráfico que genera cientos de millones de dólares que se agrega a la economía nacional no hay retenes, ni drones, ni agentes de ICE que los detenga. Todo fluye, las armas van y el dinero viene. Para el Presidente esa ilegalidad no es considerada Emergencia Nacional. Para él, el peligro está en las mujeres y niños que cruzaron la frontera en busca de una mejor vida para ellas y sus familias. Por eso las tiene en cárceles en condiciones todavía insalubres.
Nada va a cambiar en Washington, mientras que los ciudadanos sigan sin preocuparse por averiguar quién de los que los representa en Washington está en los bolsillos de intereses armamentistas.
En esta ocasión balas de odio truncaron la vida, entre otras, la de una quinceañera, la de una mujer que vivió su sueño de ser trabajadora postal, la de una madre que salió de compras; un padre que dijo, ¨nos vemos al rato, nada más voy a caminar¨. ¿Cómo pasó esto? Se preguntan muchos. La respuesta es muy sencilla, porque desde el momento en que no nos informamos, ni participamos en el proceso electoral, lo permitimos. Todo va a cambiar cuando el pueblo estadounidense despierte y descubra la corrupción de sus gobernantes, la manipulación de que son objeto a través de algunos medios de comunicación. Desgraciadamente para muchos, el despertar y la motivación a actuar les llega con el dolor de perder un ser querido en una de estas masacres.
Hasta el momento de cierre de esta publicación, no se sabe si el culpable de la nueva masacre dejó un manifiesto como lo hizo el autor del reciente acto terrorista ocurrido en El Paso Texas