POR ISMAEL CALA
@CALA
Los hábitos tienen un gran impacto en nuestra salud general. El dormir bien, una dieta equilibrada, hacer ejercicio regularmente, aprender a gestionar el estrés y mantener las relaciones sociales saludables y constantes con nuestro entorno, no solo son medidas para prevenir enfermedades, sino que también juegan un papel importante en el tratamiento de las mismas.
La salud es más que una visita rutinaria al médico, o la ausencia de alguna dolencia física: es todo lo que hacemos día tras día para mantener nuestra calidad de vida. En pocas palabras: la corona invisible sobre la cabeza de alguien sano, que solo el enfermo puede ver.
Se sabe que nuestros genes tienen un impacto limitado en nuestra salud, pues solo representan menos del 10%, pues son nuestras acciones diarias las que tienen un poder transformador tanto en la prevención como en el manejo de enfermedades, más allá de los medicamentos y tratamientos médicos especializados.
Se ha demostrado que introducir gradualmente pequeños cambios en nuestra vida diaria es una herramienta poderosa no sólo para generar hábitos más saludables, sino también que son la clave para aumentar la productividad, además de mejorar significativamente los resultados generales de nuestra salud integral.
No nos engañemos: Vivimos en una época en la que las enfermedades crónicas están acaparando una proporción cada vez mayor de los recursos sanitarios del mundo y plantean desafíos insostenibles a los sistemas de salud de todo el mundo.
Aunque vivimos en una era de innovación tecnológica en áreas como la terapia génica, además del uso de la inteligencia artificial en el diagnóstico y el desarrollo de nuevos fármacos, no debemos perder de vista el profundo impacto que nuestras acciones diarias tienen en nuestra salud.
Cambiar nuestro comportamiento no es fácil, pues nuestros hábitos están profundamente anclados por nuestro cableado neuronal, pero los últimos años han demostrado que es totalmente posible y sostenible llevarlo a cabo.
Decía Confucio que solo tenemos dos vidas, y que la segunda solo empieza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una. No esperemos a que sea un golpe a nuestra salud el que nos haga valorar lo que hoy tenemos.
Si entendemos esto, tendremos la clave para vivir con más bienestar en el 2024 y en los años que Dios nos regale de vida.
¡Vamos que sí se puede!
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