Los Ángeles.- Jenni Rivera inició vendiendo dulces y chicles en un Swapmeet con el sueño de convertirse en una gran empresaria, lo cual logró, pero también, sin querer, queriendo, se convirtió en una superestrella.
Durante una entrevista meses antes de morir el 9 de diciembre del 2012 en un accidente aéreo en la Sierra de Iturbide, Nuevo León, La Diva de la Banda contó cómo fueron sus inicios en las facetas de la música y negocios.
“Jamás, jamás. Yo nunca quise ser cantante”, contestó cuando se le preguntó si llegó a soñar en llenar uno de los escenarios más cotizados en 2012, como el Staples Center. “Mi papá quería que yo fuera cantante por el sueño que él tenía. Yo creo que estoy viviendo el sueño de mi padre. Y yo creo que de alguna manera él disfruta todo esto. Si no lo puede vivir él, quiere que lo viva yo”.
Dijo que desde que tenía uso de razón, su padre Pedro Rivera la quería convertir en cantante, pero su madre Doña Rosa interfería para que estudiara para maestra, enfermera o abogada.
“Me gustó mucho el negocio, por eso decidí meterme a Administración de Empresas, después a Bienes y Raíces. Empecé a vender casas. De casualidad grabé un par de discos para mi papá en su cumpleaños, y cada año me pidieron lo mismo y esto se convirtió en que en 1999 la Que Buena de Los Angeles empezó a tocar mis discos”, añadió.
Opinó que precisamente el hecho de dedicarse a la música nunca fue su deseo es por lo que al final de sus días llegó a disfrutar tanto.
“Me tocó la bendición de que no lo buscaba (la fama), pensé quedarme en esto un par de año, y ya llevo 13 años full time en esto y no he podido salir.
Y ahora lo estoy viviendo al máximo. Estoy contenta y feliz que aquella niña que cantaba la música de Marisela en el Swapmeet, de Lupita D’Alessio, incluso la de Miguel Bosee, yo llegue a vender, y ahora volteo a ver a este senior (en La Voz México) en la silla y digo: ‘woow…’”.
Recapitulando su historia, la cantante contó que le gustaba lo que había vivido como cantante porque de ahí se desprendió sus facetas como productora de televisión, actriz, filantrópica e hizo realidad su sueño de convertirse en empresaria lanzando una línea de ropa, cosméticos, una fragancia y un tequila.
Así como apoyar a las mujeres víctimas de violencia domestica a través de una fundación.
Además, Jenni fue la estrella en el 2011 de su propio programa de televisión, el reality show “I Love Jenni”.
Antes de morir filmó su primera película, “Filly Brown”, y había grabado un programa piloto para una serie televisiva con la cadena ABC.
En repetidas ocasiones, Rivera mencionó que quería convertirse en la Ophra Winfrey latina.
“Qué bonita manera de vivir mi carrera artística. Empezamos a vender dulces que traíamos de Tijuana, dulces motita, que ricos besos, paletitas Coronado. Así empezó todo esto. Luego medicinas. Luego mis papás juntaron dinero y empezaron en invertir en cassettes, de ahí discos compactos, hasta que mi papá juntó dinero para abrir la disquera.
“Y así fue como nace Cintas Acuario. Y cuando mi papá ya no hallaba a quien grabar, que mete a Lupillo (su hermano) al estudio, y esa es la historia”, expresó. “Así sucedió con nosotros, somos artistas sin querer queriendo, y grandes empresarios porque empezamos vendiendo, dulces, medicinas, chicles, discos, casas, lo bueno es que ya no le seguí vendiendo nada…”, dijo entre risas porque también le gustaba alburear y bromear ante los medios de comunicación.
Al final que su espíritu como mujer de negocios la empujó a vender sus propias fechas de sus conciertos en México y Estados Unidos.
Al momento de morir, se filtró que La Diva de la Banda dejo una fortuna de 25 millones de dólares, que se incrementó después de su muerte por las ventas de discos que dejo grabados y un libro.