Los Ángeles.- A paso lento, ojos llorosos y una respiración agitada que se percibía bajo el cubrebocas, Juvenal Rodríguez se dirigía hacia donde lo esperaban sus hijos Dino y Agustin.
A menor distancia entre ellos, el progenitor de 80 años ya extendía sus temblorosos brazos mientras avanzaba hacia los suyos con ansias de tocarlos. Los hijos achicaron aún mas la distancia. Finalmente llegó el abrazo anhelado por 24 años.
Todos se entrelazaron. Se olvidaron del resto del mundo y disfrutaron el momento sollozando, murmurando palabras de amor, de consuelo y de muchas promesas para disfrutar juntos las próximas tres semanas.
“Tengo mucha emoción”, atinó a decir el padre de familia mientras se enjuagaba las lágrimas y se sostenían de los hombros de sus hijos. “Gracias a Dios por tenerlos de nuevo”.
Los Rodríguez son una de las 27 familias de Oaxaca que se reunificaron entre llantos, risas, besos, abrazos, flores y globos de todos colores luego de hasta 27 años de no verse por falta de estatus migratorio.
La emotiva ceremonia se llevó a cabo en la iglesia Saint Anne, en Santa Monica, y fue coordinada por el Diácono Raúl Molina, Trini García y Onofre Santiago, entre otras personas.
Algunos hijos de los recién llegados viajaron desde Sacramento para abrazar a sus padres y abuelos.
“Reencontrarme con mami es el verdadero sueño americano para mí. Verla y abrazarla es un regalo De Dios”, expresó Soledad Montenegro, quien viajó desde la capital del estado para recoger a su progenitora.
Por su parte, y con el rostro ganado de lágrimas, la señora Victoria Arango Pacheco permanecía arropada entre los brazos de su hija asimilando el emotivo momento.
“Estoy feliz y emocionada de ver a mi hija y de conocer a mis nietos”, susurró con voz entrecortada. “Desde hace como año y medio que me hablaron de esta posibilidad de reencontrarme con mi hija, conté los días para que llegara este momento. Ahora es una realidad. Le voy a preparar su platillo favorito”.
Mientras tanto, Isaac Hernández estaba desesperado en su silla de ruedas aferrado a un ramo de flores. Volteaba a todos lados esperando que su mamá apareciera en cualquier momento.
Desde que llegó a la Iglesia hasta que se encontró con su progenitora solo pasaron unos 30 minutos, pero para él, la espera fue de siglos.
“Me siento muy feliz, muy contento por tener esta oportunidad de estar juntos otra vez”, expresó entre sollozos y abrazando a su madre de quien se despidió en su natal Oaxaca desde hace 18 años. “Cuando tuve mi accidente quise que ella viniera para apoyarme, pero no se pudo. Pero Dios es grande y aquí está conmigo ahora. Muchas gracias”.
Molina, diácono de la parroquia Saint Anne desde hace 24 años, dijo que ver y sentir las emociones a flor de piel que flotan en el aire durante el reencuentro de padres e hijos luego de dócadas, no tiene precio.
“Es cuando vemos que todo el trabajo y sacrificios que se hicieron para que esto sea posible vale la pena, gracias a los voluntarios que hicieron esto posible”, comentó. “Es muy satisfactorio ver todo este amor en cada abrazo y beso, se nota el amor que se tienen”.
Agregó que como diácono del lugar les da mucho gusto recibir y ayudar a la comunidad oaxaqueña que han hecho de esta parroquia su casa.
“Son personas amorosas, trabajadoras, que se superan, que realizan muchos esfuerzos y dedicación para sacar adelante a sus familias y a sus comunidades”, dijo Molina.
Trini Garcia, voluntario quien formó parte del equipo que hizo posible la reunificación familiar, dijo que además del propósito del proyecto, contribuyen a que las costumbres y tradiciones sean transmitidas a las nuevas generaciones de oaxaqueños que nacieron en Estados Unidos.
“Algo bonito de estas reunificaciones familiares, es que los abuelitos de los niños que nacieron en este país les inculcan los orígenes de donde vienen. Les inculcan las costumbres de nuestro bello estado”, comentó.