Todos los días, Doña Antonia Reyes se juega la vida al salir a la calle a vender antojitos mexicanos y champurrado porque no tiene otra pican de ganarse la vida.
Incluso, la abuelita de 70 años ya ha sido víctima del odio racial, de robos y de perder su mercancía en varias ocasiones de manos de la labor de policías.
La abuelita, inmigrante de Oaxaca, contó a Kiosko News que desde hace 26 años que se dedica a la vendimia, suficiente tiempo para aprender que estrategia aplicar para defenderse.
“La bondad y la empatía es muy importante para atacar a quienes sientes que te pueden dar el primer moquetazo. Una sonrisa y un taquito desarma a muchos, claro, cuando tienes tiempo de este tipo de estrategias.
“Yo ya me siento segura porque aunque a veces me rodean los “wainitos” (borrachos) o los homeless mañosos, yo les digo: ‘Cálmense, ¿Qué quieren comer? No les voy a cobrar, pero eso sí, nada de atacarme o robarme. Les doy la comida que quieran, pero me dejan tranquila», y eso me funciona. Gracias a Dios, ahora son ellos mismos que me protegen cuando se acerca un desconocido”, agregó.
Doña Toñita es una vendedora ambulante reconocida por lo vecinos de la esquina de Grandview y Pacific, en Mar Vista, porque vende todo tipo de productos que diversifica de acuerdo a temporada, pero siempre tiene a las venta antojitos mexicanos, en especial oaxaqueños como molotes, tlayudas, chapulines, taquitos dorados, chiles rellenos, entre otros.
Pero la vendedora ambulante no sólo lidia con los wainitos y homeless, también regala sonrisas y buen semblantes a los vecinos norteamericanos del área a quienes no les parece la manera que la oaxaqueña se gana la vida.
“He sufrido mucho racismo. Los americanos pasan, algunos me dicen que me regrese a México con todo y carrito, otros, sobre todo las mujeres me quieren matar con la mirada, quieren hacerme sentir mal, al principio sí me sentía mal, pero ahora les regreso sus malos gestos y malas acciones con una sonrisa y una bendición”, expresó.
Dijo que hubo una época en que varios vecinos se organizaron para que se fuera de la zona porque aparentemente su presencia no estaba acorde con el lugar.
“Pero aquí me quedé a pesar de todo el borbote que armaron. El dueño de la lavandería me permite quedarme aquí. Él es una buena persona.
“Pero no entiendo las actitudes de esas señoras si todas somos mujeres y yo no le hago mal a nadie. Me gano la vida honradamente. Vendo chapulines y rica comida, no vendo droga ni alcohol”, aseguró Reyes.
La abuelita dice que siempre está alerta a pesar de que siente que ya se ganó el respeto.
«Uno nunca sabe, y es mejor estar alerta y preparada», expresó. «Me mantengo con un ojo al gato y otro al garabato (atender el negocio y vigilarlo al mismo tiempo)».