«Los pacientes vienen donde mí con su diagnóstico. Un diagnóstico es un estigma, lo que tengo frente a mí es un ser humano que sufre». Zoila Luna, MA.
La terapia y la meditación es a la mente lo que cepillarse los dientes es a la salud. La terapia es comunicación de la buena. Nos enfermamos por el «mal uso de las palabras, de la comunicación», y nos sanamos por las palabras, por el «lenguaje» de nuestro terapeuta. Un niño que ha crecido oyendo que es un tonto, feo, malo… no tiene futuro si no recibe ayuda. Y esa ayuda es sobre todo «comunicación verbal y no verbal, gestos, intenciones, sentirse escuchado y apoyado».
El paciente debe sentir que un psicólogo no es un fiscal. No juzga, es un ser humano que te acompaña en el proceso de descubrir tus habilidades, tus sentimientos, tu mundo interior y tu intimidad. El terapeuta solo ayuda a entrar en el túnel; tú debes entrar y permitir que el te acompañe en el proceso. En el acompañamiento debe ir poniendo «espejos», para que puedas ver los puntos ciegos que te impiden crecer.
El lenguaje positivo y las palabras que eliges al hablar, cambian tu vida. Cómo a través de las palabras puedes cambiar tu manera de vivir, es lo que enseña ese lenguaje positivo. En este proceso es importante el manejo de las emociones. Por nuestra cultura y nuestras creencias, nosotros hacemos «invisibles» las emociones, y eso es grave.
La gente no tiene permiso para expresar lo que siente. Hay que recibir las emociones: si tengo miedo, debo decirlo, no evadirlo. Ojo, quien domina tu emoción, tiene dominio sobre ti.
El espacio terapéutico debe ser un espacio seguro. El terapeuta debe darte seguridad, ayudarte a crecer y luego debes seguir solo, cuando estés listo. La terapia es una herramienta, no una muleta. Tampoco debe permitir que te descalifiques en el espacio terapéutico. No hay permiso para agredirte a ti mismo. El terapeuta es solo un espejo para ayudarte a ver esas partes que no puedes ver de ti.
La vida es muy breve para ser infeliz. Emoción que no se habla es una emoción que no se cura, y se convierte en cáncer, úlceras, infartos. Todo, porque «tragas» lo que deberías sacar. Solo tú puedes darles permiso para que salgan. Las emociones son educadas, dan señales para expresar que quieren salir. ¿Le damos permiso o no?
Todo lo que ha ocurrido en tu familia, en tu niñez, en el ambiente que te rodea, según creces, se convierte en una mochila. Puedes «bajar la mochila y acomodarla», respetar los límites. Si alguien te importa, le pones límites. Lo que viviste en tu familia no es tuyo, no te toca, sácalo de la mochila. Pon limites alrededor de tu relación de pareja, por ejemplo. Lo que no está definido, se desparrama. Hay que hacer terapia, hay que hacer terapia, hay que hacer terapia…