Pilar Marrero, Ethnic Media Services
Los programas de almuerzo escolar que alimentaban a casi la mitad de los alumnos de América antes del Coronavirus se han convertido en un sustento para las familias azotadas por el desempleo y de los precios de alimentos cada vez más altos durante la pandemia.
Muchos de esos programas están ahora en camino a la bancarrota, y su mera existencia durante la próxima década depende de los números de la población que el Censo de EUA está recopilando en las comunidades que se consideran “difíciles de contar”, dice Mayra E. Álvarez, presidenta de The Children’s Partnership, una organización sin ánimo de lucro que aboga por los niños y niñas desatendidos.
Cuando se le preguntó acerca del impacto que tendrá el Censo de EUA, que se realiza cada diez años y se ha demorado e interrumpido (pero NO cancelado) por la pandemia, Álvarez menciona este programa primero, aunque no sería el único que se vería afectado si hubiera un recuento deficiente grave de niños y niñas y familias de bajos ingresos.
En los últimos tres meses, los programas de almuerzo escolar han perdido por lo menos un billón de dólares durante los confinamientos y cierres de escuelas que eliminaron los ingresos provenientes de familias que podían pagar los almuerzos.
Al mismo tiempo, los costos han sobrepasado los reembolsos federales para las comidas de emergencia. Los proyectos de ley de ayuda, que el Congreso ha aprobado, han ayudado, pero la supervivencia a largo plazo de los programas depende de datos del Censo 2020.
Para las poblaciones preocupadas por la supervivencia, llenar o responder al Censo 2020 puede parecer una prioridad distante.
Pero nada es más importante para las familias vulnerables que un recuento exacto, dice Álvarez.
Para empezar, los programas federales y estatales más grandes y con mayor impacto y que desempeñan servicios para la salud y bienestar de los niños y niñas y las familias dependen de fórmulas controladas por los datos del censo.
Cuántas más personas se cuenten, en particular en aquellas comunidades que necesitan una variedad de programas, más dinero se asigna para atenderlas.
“Podemos señalar a Medicaid y CHIP (Children’s Health Insurance Program, Programa de Seguro Médico para Niños y Niñas), dos programas fundamentales de atención médica, que se basan en parte de los números del censo”, dijo Álvarez.
“Los programas que dependen de los datos del censo son aquellos en los que confía la mayoría de la gente, como Medicaid, estampillas de comida, ayuda en forma de dinero en efectivo”.
Medicaid, por ejemplo, es “parte de una fórmula que distribuye dinero a los estados, en base a la población e ingresos; los estados ponen dinero y el gobierno federal aporta el equivalente”.
Los expertos calculan que el gobierno federal contribuye entre $1,700 y $2,000 por cada persona que se cuenta en el censo.
Para una madre soltera de dos hijos que gana el salario mínimo, el ser contada o no contada en el censo “puede significar un mundo de diferencia”, dice Álvarez.
“Si no se reflejan adecuadamente personas como ella en los datos del censo, lo más probable es que no califique para recibir estampillas de comida o matricular a sus hijos en una guardería porque no habrá suficientes plazas”, explica Álvarez.
“También puede que esté perdiendo cobertura médica para sus hijos, que no encuentre una plaza en la escuela de su vecindad y tenga que mandar a sus hijos a otra escuela en autobús. Posiblemente tendrá que ir más lejos para encontrar un hospital si se enferma su hijo porque el hospital no se construyó en su comunidad ya que el recuento de la población no reflejó su presencia”, continúa.
“Esto puede ser una calamidad si el recuento deficiente es grave”.
“Es mucho más importante ser exacto en este momento porque hay muchas familias que están en aprietos”, dice Álvarez. “Estos programas afectan a casi todos los aspectos de sus vidas”.
Volviendo al tema de los almuerzos escolares, dice Álvarez, un recuento deficiente de niños y niñas y familias podría significar más hambre en un momento en que no está claro cuándo volverán las escuelas a algún tipo de “normalidad”.
“Si hay un recuento deficiente de las familias con hijos e hijas que dependen de un almuerzo gratis o de costo reducido, no habrá tantos recursos para asegurar que estén comiendo cuando vayan a la escuela”, dice Álvarez. “Estos son niños y niñas que puede que no puedan comer en casa o llevar dinero para el almuerzo”.