Por Alicia Alarcón
Las tiendas son pequeñas, compactas, tienen nombres de países y ciudades europeas: Torrento, Paris, Italy. Ocupan un buen tramo de la calle Doce, Once y Diez, cerca del centro de Los Angeles. Es toda una sección de tiendas que surten a boutiques y tiendas exclusivas. Sus clientes son mayoristas que vienen de diferentes países de Latinoamérica: Argentina, Colombia, México. También tienen clientes en Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos. Son los dueños de tiendas pequeñas con una cartera de clientes dispuestos a pagar por la exclusividad del modelo.
Estas tiendas reciben con cita y algunas permiten la entrada a comerciantes que llegan de improviso, siempre y cuando comprueben con la debida documentación, ser dueños de una tienda de ropa, no importa en qué lugar la tengan. Las compras se deben hacer en volumen.
El público no tiene acceso a esos establecimientos, pero se les permite, desde la acera, admirar los modelos que se ven a través de los aparadores. Vestidos de temporada de fino acabado, los hay estampados, colores lisos, sin faltar los cafés y anaranjados que anuncian la llegada del otoño.
También por esa misma área están las boutiques que se dedican a la venta por mayoreo de vestidos de noche, muy parecidos a los que se ofrecen en las tiendas de departamentos a más de 500 dólares. Pero también sus puertas permanecen cerradas a la gente que llega en busca de ofertas, la que no lleva tarjetas de crédito, ni tiene negocio.
Todo cambia el fin de semana, esas tiendas abren sus puertas el día sábado de cada semana. Su hermetismo y exclusividad desaparece y sacan los saldos, las muestras y demás piezas sueltas que no se vendieron durante la semana y la ofrecen a precios súper rebajados para abrir espacio a la mercancía que ya tienen lista en sus bodegas. Es un ciclo que se repite cada semana y que muchas personas aprovechan.