Por: Viji Sundaram // San Francisco Public Press
Después de dos décadas de matrimonio, Blanca finalmente llegó a un punto de ruptura. Ver a su esposo despedazar el vestido de boda que ella había cosido con tanto esmero, y que luego había conservado a lo lago del tiempo, hizo que algo cambiara dentro de ella.
El abuso emocional se había mantenido durante años, según Blanca. Dijo que él denigraba constantemente su aspecto y su acento hispano al hablar inglés, se negaba a incluirles a ella y a sus dos hijos en el seguro médico que tenía de su trabajo como mecánico, y hacía que ella pagara todo el alquiler de la casa en el Área de la Bahía que compartían con los parientes de él.
Los expertos en sociología y derecho de familia llaman control coercitivo a este tipo de comportamiento, en el que personas – normalmente hombres – manipulan de manera no violenta a sus parejas íntimas para hacer su voluntad. También puede dar paso a la violencia física, como muestran las investigaciones.
Se denuncia poco el control coercitivo, así como el abuso en general. A menudo se esconde a plena vista.
“Empecé a sentirme fea y de poco valor”, dijo Blanca. “Empecé a deprimirme”.
Nos habló con la condición de que no desveláramos su apellido y que no se contactara con su esposo para conocer sus comentarios, por la seguridad de su familia. Desde 2017, Blanca ha trabajado como empleada doméstica para varias personas, entre ellas, esta periodista.
Blanca dijo que era consciente de que dejar a un abusador era el momento más peligroso para una mujer. Pero después de décadas de daño a su auto-estima, finalmente ha cortado los lazos.
Y bajo una ley de California que se aprobó en 2020, el gobierno finalmente ofrece algún reconocimiento del daño que sufrió.
Reconocer el daño que el control coercitivo puede causar
El control coercitivo abarca una amplia gama de comportamientos que causan angustia emocional, según científicos sociales. Algunas prácticas comunes incluyen aislar a alguien de sus amistades y parientes; privar a la persona de necesidades básicas, o controlar comunicaciones, comportamiento diario y recursos económicos.
En el fondo, “el control coercitivo es un desequilibrio de poder obtenido a través de medios crueles, poderosos, y manipuladores”, dijo Chitra Raghavan, psicóloga forense en la facultad de justicia criminal John Jay de Nueva York.
No hay leyes federales que se ocupen del control coercitivo en este país. Pero un puñado de estados han tomado acción recientemente para penalizarlo.
En 2020, la Legislatura de California modificó el Código familiar del estado para incluir control coercitivo como prueba de violencia doméstica, lo que amplió la definición recogida en la ley de Prevención de violencia doméstica. El estatuto define el control coercitivo como “un patrón de comportamiento que como propósito o efecto interfiere de modo poco razonable con la libre voluntad y libertad personal de una persona”.
California tomó decisiones un mes después de que Hawái agregara el control coercitivo a su definición. El pasado mes de junio, Connecticut aprobó una ley parecida; y hay propuestas de ley en Nueva York, Carolina del sur y Maryland en trámite.
“El hecho de que tantas jurisdicciones quieran codificar el control coercitivo en ley significa que se reconoce como un daño por el que debe haber un remedio legal”, dijo Julie Saffren, que enseña un curso sobre la violencia doméstica en la Facultad de derecho en la Universidad de Santa Clara como profesora adjunta.
Se le prohíbe a una persona sujeta a una orden de alejamiento poseer o comprar armas de fuego mientras esté en vigor la orden. Se le prohíbe a una persona sujeta a una orden de alejamiento poseer o comprar armas de fuego mientras esté en vigor la orden.
“La ley también se puede usar cuando la víctima busca la custodia de menores y el tribunal decide a favor de los intereses de los menores”, dijo Pallavi Dhawan, directora de política y prevención de violencia doméstica para la oficina del Fiscal municipal de Los Ángeles, el patrocinador de la propuesta de ley.
Susan Rubio, senadora del estado, presentó la legislación sobre el control coercitivo al ser ella misma sobreviviente del abuso doméstico.
“Yo misma aguanté el abuso doméstico y sé por lo que pasan los y las sobrevivientes”, dijo, y agregó: “Ya era hora de que se reconociera que la violencia doméstica es más que sólo el abuso físico. Esta propuesta de ley protege a los y las sobrevivientes de la violencia doméstica al hacer que sus casos sean más difíciles de desestimar y más fáciles de procesar.
Dhawan, que trabajó estrechamente con Rubio en redactar la legislación, dijo que la propuesta de ley se enfrentó inicialmente a la resistencia de quienes querían convertir el control coercitivo en un delito.
Rubio dijo que decidió no convertirlo en delito porque el tema era “ajeno a algunos de mis colegas y convertirlo en una ofensa criminal hubiera atascado la propuesta de ley”.
Los defensores de la mujer también señalan que una respuesta criminal no es la manera más efectiva para obtener justicia para los y las sobrevivientes que solo quieren que acabe el abuso.
“La respuesta criminal crea barreras para denunciar, dijo Shiwali Patel, que aboga por el cambio cultural y de política para mujeres y niñas en el Centro Nacional del Derecho de la mujer cerca de Washington, D.C. “Si es un asunto civil, el o la sobreviviente tendrá más control sobre el proceso”.
“Siempre me sentía amarrada”
Blanca, de 50 años, dijo que al principio su esposo, ciudadano estadounidense de origen mexicano, parecía agradable y atento.
Pero a los pocos meses después de su matrimonio,su esposo empezó a menospreciarla. Los insultos se hicieron más personales después de que ella se enfrentara a él por una aventura amorosa que él tenía. “Tus manos son ásperas y poco suaves”, le decía. “Tienes piernas de pollo”. “Tienes una constitución masculina y estrías en el estómago”.
Aún así, era su forma de actuar la que hacía coercitiva la relación. Blanca no tenía control sobre sus finanzas, a pesar de que limpiando casas ganaba tanto como su esposo, que trabajaba como mecánico.
Él insistía en que ella pagara toda la renta de una casa de cuatro dormitorios que compartían con sus hijos, y la madre y hermano de él en el condado de Contra Costa. Le dijo a ella que pagara los servicios públicos, la compra del súper y otros gastos de la casa.
“Siempre me sentía amarrada”, dijo Blanca, cruzando las muñecas delante de ella mientras se le escapaban algunas lágrimas.
Fue particularmente humillante, dijo Blanca, cuando su esposo hizo que su nueva novia la llamara para decirle que solo se podía culpar a sí misma, una táctica que muchos maltratadores usan para mantener el poder y el control.
“En términos de salud mental, creo que es una forma de proyección en la que es insoportable para el maltratador o la maltratadora reconocer su comportamiento porque en su interior sabe que está mal, así que proyecta hacia el exterior para responsabilizar a su pareja”, dijo Saffren.
El otoño pasado, Blanca solicitó el divorcio, alegando diferencias irreconciliables. Los documentos de la corte muestran que su esposo también lo ha solicitado alegando la misma razón.
Cuando se le preguntó que por qué no había dejado a su esposo antes, Blanca dijo que no se imaginaba una vida sin él.
“Siempre le estaba perdonando su comportamiento”, dijo con el ceño fruncido. Después de una pausa, siguió. “Ahora, que estoy tramitando el divorcio, me pregunto por qué”.
Este artículo es parte de una serie sobre la ley de control coercitivo de California producido por la San Francisco Public Press, una organización de noticias de investigación sin ánimo de lucro. Lea el artículo completo y otros de la serie en sfpublicpress.org/series/coercive-control. Este reportaje fue financiado por una subvención del Fondo de información sobre el Impacto de la violencia doméstica del Centro Annenberg para el Periodismo sanitario de la Universidad del Sur de California. Ha sido extraído, editado y traducido por Ethnic Media Services.