Pilar Marrero/Especial para Kiosko Magazine
Hace apenas unos días que el incendio más destructivo de este año en California fue completamente extinguido luego de quemar más de 120 millas cuadradas y casi cuatrocientas estructuras en el área vinícola del condado de Sonoma.
Otros incendios en el área de Los Ángeles, Ventura y San Bernardino hicieron lo propio.
Pero el efecto de este y varios otros fuegos alimentados por los secos vientos de Santa Ana a finales de octubre no se sintió solamente en los lugares en los que ocurrieron, sino a cientos de millas de distancia en la zona agricultora fértil conocida como “la ensaladera de Estados Unidos”: el Valle de San Joaquín.
Allí no hubo incendios, pero la evidencia estaba presente: una capa de denso humo y cenizas que cubrió el Valle y se quedó por días, claramente visible al bajar por la autopista Grapevine en dirección a Fresno, desde Los Ángeles.
“El humo de los incendios puede viajar muy lejos y aquí en el Valle queda atrapado sin poder dispersarse”, dijo John Upton, editor de Climate Central, una organización no lucrativa de científicos y comunicadores que investigan temas del cambio climático y difunde información sobre cómo afecta las vidas de los residentes de California.
Aunque Climate Central aclara que el cambio climático no causa directamente los incendios, si indicaron que la temporada de incendios en el estado “continúa haciéndose más larga cada año, al tiempo que tenemos días más calientes, que a su vez generan más incendios”.
Y todo ello continúa a empeorar la calidad del aire de una zona enclavada en el corazón de California, donde ya existe una de las peores calidades del aire en el país: hace apenas dos años, la Organización Mundial de la Salud identificó la zona de Visalia – Porterville como la que tiene el aire más contaminado del país.
Durante una reciente reunión con reporteros de medios étnicos de California, expertos del Valle de San Joaquín explicaron el efecto de la cada vez más intensa temporada de incendios que sufre California en su área.
“En días como este se cancelan las clases y la vida de la población queda afectada de inmediato”, dijo Molly Peterson, una periodista que tiene más de una década escribiendo sobre este tema. “El humo se queda en el Valle y lo vemos cada vez más a menudo, porque estamos en una gran sabana rodeada por montañas, lo que es excelente para la agricultura pero terrible para la calidad del aire”, agregó.
No se trata solamente del efecto inmediato que afecta las vidas de los residentes del Valle, sino el obvio impacto en la salud, particularmente de la población más vulnerable, como niños, ancianos y los trabajadores que laboran al aire libre.
En el Valle de San Joaquín hay más de 350,000 campesinos que trabajan en las zonas agricultoras de Kern, Fresno y Monterey, San Joaquín, Tulare, etc.
El humo de los incendios de maleza ha contribuido a aumentar la contaminación por partículas finas, particularmente en el oeste del país. A medida que la temporada de incendios aumenta –ahora dura hasta diciembre- habrá más ingresos hospitalarios y muertes prematuras por enfermedades respiratorias y otras causas.
“En el Valle de San Joaquín, los niños tienen dos veces más incidencia de asma antes de los 18 años y más problemas pulmonares en general”, dijo Genevieve Gale, directora ejecutiva de la Coalición de Calidad de Aire del Valle Central. “Un estudio en hospitales locales halló que al aumentar la contaminación, también aumentaron las hospitalizaciones por ataques al corazón y asma”.
Gale dijo que es importante que las comunidades estén enteradas de cómo protegerse cuando hay días de alta contaminación y en el Valle de San Joaquín, eso ocurre con más regularidad durante la temporada de incendios.
“Hay que ajustar las actividades, mantener un espacio seguro dentro del hogar y obtener filtros de aire para el hogar y automóvil”, indicó.
No obstante, este tipo de protección no es fácil de obtener para la comunidad de bajos recursos tan común en la zona, dijo Nayaminn Martinez, directora de la Red de Justicia Ambiental de California Central.
En el área de Fresno, por ejemplo, hay una zona más pudiente (el norte ) y una más pobre (el sur). Como suele ocurrir, en el sur hay más contaminantes, como industria y autopistas. Martínez puso el ejemplo de la pequeña comunidad de Málaga, al sureste de Fresno.
“Alrededor de la escuela primaria de Malaga hay un incinerador y una fábrica de vidrio”, dijo Martínez. “Esta pequeña comunidad ya respira uno de los peores aires de los Estados Unidos que además empeora con los incendios de maleza”.
Existe una necesidad de ayudar a estas comunidades, no solo con más información sino con subsidios y recursos para armarse de las herramientas necesarias para protegerse, por ejemplo colocando filtros de aire en sus hogares y aires acondicionados, dijeron los varios expertos.
Jon Christensen, director del Laboratorio para Estrategias Narrativas Ambientales y profesor adjunto de la Universidad de California en Los Ángeles7 (UCLA), indicó que “no hay una solución simple” a todo esto, pero que el año que viene los votantes del estado tendrán una oportunidad de votar para la obtención de 4,000 millones de dólares en recursos para la “resiliencia ambiental”.
“Hemos visto varias versiones de esta iniciativa y esta es la más trabajada de todas, incluye una importante inversión en protección del ambiente y en particular, es importante que la mitad de los fondos deberá invertirse en las comunidades más vulnerables y menos aventajadas”, dijo Christensen.
Se espera que la iniciativa esté en la boleta de California en noviembre, coincidiendo con las elecciones presidenciales, agregó.