Por Alicia Alarcón
Este es el primer 10 de mayo que no voy a escuchar la voz de mi madre, ni tampoco voy a poder darle un abrazo. Es la primera vez en muchos años que no me voy a ir de compras a la Walking Company para comprarle otro par de zapatos hechos en Israel, los que se ajustan al pie y le toman medidas antes de probárselos, tampoco voy a pasar por Ann Taylor donde le compraba sus sacos y faldas. ¨Me gusta que los sacos me queden a la cintura.¨ Los últimos 3 años de su vida los pasó en cama, pero eso no era motivo para no llevarle ropa que pudiera lucir cuando la sacábamos en su silla de ruedas a celebrar su día.
A sus 97 años, le faltaban dos meses para cumplir 98, mi madre no pensaba en la muerte, ella tenía planes para festejar la siguiente Navidad y también el Año Nuevo. Mis planes eran los de ella, pero a uno se le olvida que no tiene control sobre la vida o la muerte de nadie, incluyendo la de uno mismo. ¨La muerte es una traición en que uno no tiene nada que ver.¨ Dijo Gabriel García Márquez en una entrevista. Y he llegado a la conclusión de que así es. La muerte nos hace pensar que está lejos y se aparece cuando menos la esperamos.
Cuando hablo del dolor de no tener ya a mi madre, muchos me escriben y me recuerdan que no todas las madres han sido buenas y me comparten sus experiencias de terror que vivieron a causa de sus mamás. La mía fue diferente, fue una roca y una inspiración de superación para todos. Miro hacia atrás y me arrepiento de no haberla abrazado y dicho cuanto la quería cuando, cada mañana, la veía de espaldas en la estufa preparando mi lonche para el trabajo y después a la escuela. Muchas fueron las veces que tuvo que salir corriendo. Cruzaba la calle y desde fuera le gritaba al vecino. ¨Don Chuy, no volvió a prender el carro de Alicia, por favor llévela, yo le doy para la gasolina.¨ Así el no menos destartalado pick up de Don Chuy, se convertía en mi transporte.
Una sola vez llegué, en mi época de estudiante, a las 2 de la mañana por una fiesta, cuando vi su rostro de preocupación y al mismo tiempo de alivio que llegué bien, nunca más lo volví a hacer. Su tranquilidad fue más importante que las invitaciones de las amigas.
Para mi madre no había problema que no tuviera solución. ¨Lo único que no tiene remedio es la muerte, ¨ afirmaba. También su frase favorita y que ahora figura en su lápida, es la que nos repitió muchas veces a todos: ¨Tú puedes si te lo propones.¨
Muchos son los consejos y palabras de consuelo que he recibido desde el 1ro. de octubre pasado, fecha en que murió: Habla con ella, está en un mejor lugar. Vas a ver que con el tiempo tú dolor será menos. Tu mami no quiere que estés triste. Y el que acabo de recibir de una amiga que también extraña su mamá a diario: ¨Tu mamá te dejó su esencia, siéntela y vívela.¨ Eso pretendo hacer. Por lo pronto, los que tengan con vida a su mamá, no esperen a que ya no esté para comprarle gigantescos ramos de flores, ni para abrazarla ya cuando no respira, ni para darle besos cuando su piel ya está fría. Háganlo ahora, cuando ella todavía puede responder a ese abrazo y alegrarse por ese beso que siente cálido en la mejilla.