POR ISMAEL CALA
@CALA
Me preguntaron esta semana a cuántos países he viajado, y mi primera reacción fue pensarlo detenidamente, pues no suelo llevar la cuenta. Haciendo números rápidos, son aproximadamente 60, por razones profesionales y de placer, pero, sobre todo, porque me considero ciudadano del mundo y explorador de conciencia.
Esto último importa más que las estadísticas. ¿Qué aprendemos del mundo? ¿Cómo ampliamos nuestros niveles de tolerancia? ¿Podemos conectar con otras culturas e incorporar lo mejor de ellas? No se trata de una maratón, un concurso, un récord, o de completar urgentemente un álbum de fotos.
Recientemente, Lexie Alford, una californiana de 21 años, se convirtió en la persona más joven en recorrer el mundo y conocer sus 196 países. Según ha explicado, quería mostrar las bondades de todas las culturas, pese a los problemas de cada lugar.
Sin embargo, muchos medios solo insistieron en el frío dato y en la posibilidad de romper un récord mundial. ¿Por qué siempre pretendemos convertir la experiencia en un número? Todo lo que he leído sobre las aventuras de Lexie es francamente inspirador, desde su exhortación a los jóvenes a conseguir lo que se propongan hasta consolidar la idea de que todo es posible.
Antes, James Asquith, un joven londinense de ascendencia griega y española, también recorrió todo el mundo. Como Lexie, su motivación no fue acaparar destinos como si de trofeos se tratara. La idea nació en Vietnam, adonde había viajado como voluntario para construir casas. Allí empezó la aventura de conocer el mundo y —atención— de conocerse mejor a sí mismo, según sus propias declaraciones.
¡Qué grandes historias las de Lexie y James! Ninguno contó con recursos excesivos, pero sí con grandes dosis de ingenio y determinación para cumplir sus sueños.
Una investigación de la Universidad Federal de Minas Gerais, en Brasil, identificó en 2017 las principales motivaciones de las personas apasionadas por los viajes, entre ellas, la búsqueda de autoconocimiento y crecimiento personal, el interés por vivenciar la diversidad cultural, la necesidad de romper con la rutina y la búsqueda de autenticidad y libertad.
El gran escritor Mark Twain lo resumió excelentemente: «Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente».
Demos gracias a Lexie, James y a tantos otros exploradores modernos que entienden que las «experiencias» superan en valor a las «pertenencias».
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