Hay que vivir el Estado más sureño de México para percibir la grandeza de sus paisajes, su gente y su belleza
Por: Carlos Cavazos
Cuando nuestras circunstancias en el día a día nos mantienen en un entorno de encierro en ambientes pequeños, ya sea un cubículo, un departamento o dentro de un auto en el tráfico, sentimos la necesidad de salir de ahí y rodearnos de grandeza. Contemplar con libertad parajes que quitan la respiración, y conocer culturas milenarias, es lo que Chiapas pone al alcance del viajero.
Tuve la oportunidad de presenciar algunas de las maravillas más notables de este Estado al sur de México, llevándome experiencias incomparables y quedando con ganas de volver.
Cañón del Sumidero
Esta maravilla natural bordea la capital chiapaneca, la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Las paredes de este increíble cañón se elevan hasta una altura de 1200 metros desde su base actual, el río Grijalva. El rascacielos más alto del mundo, el Burj Khalifa, se queda casi 400 metros más corto que las paredes del Sumidero.
La belleza de este cañón solamente se equipara con la peligrosidad que lo caracterizó por siglos, pues debido al tortuoso recorrido del río en su base el cañón permaneció sin conquistar hasta 1960, cobrando las vidas de aventureros de distintas nacionalidades quienes trataron sin éxito de recorrer su cauce.
Fue hasta 1960 que un grupo de excursionistas del propio Chiapas logró recorrer en su totalidad la extensión de esta maravilla natural, sin embargo pocos años después la construcción de una presa hidroeléctrica inundó la base del cañón, haciendo navegable por bote el río Grijalva.
Antes de esta obra de ingeniería el río fluía por el fondo del cañón pero por algunos tramos se volvía subterráneo para emerger después entre la jungla, de ahí el nombre del cañón, Sumidero, pues el cauce del río se sumía entre las rocas.
El cañón tiene dos principales opciones para contemplarse: una alta, desde los miradores en los balcones de sus increíbles acantilados, o bien navegándolo en alguno de los botes de las cooperativas turísticas. Elegimos ésta ruta, saliendo del embarcadero.
Aquí los guías nos brindaron los primeros consejos para disfrutar la experiencia, entre ellos solamente usar cámaras o smartphones resistentes al agua, y llevarlos con correa de seguridad a la muñeca para evitar su caída al río; usar sombrero ancho con hebilla para evitar perderlo con el viento, el cual dentro del cañón gana mucha fuerza.
Un consejo que no escuché oportunamente es cuidar no apoyarse en la borda de las lanchas, pues están compuestas de fibra de vidrio y causan una irritación molesta por horas.
Si bien contemplar el cañón desde los balcones superiores es muy bello, las lanchas nos permiten experimentar de cerca los detalles. Cocodrilos tomando el sol en las márgenes del río, gigantescas formaciones de musgo en las cascadas que desaguan por los muros de piedra, y el interior lleno de colores minerales de las cavernas: rosa, amarillo, grises rodeados de la corriente del Grijalva.
Quedé sorprendido como algunas de las fotografías que tomé retratando el cañón en toda su altura mostraban en el río a lo lejos unas pequeñísimas líneas blancas, muy cortas. Esas líneas eran las lanchas para 12 personas, empequeñecidas por los muros del cañón.
Cascadas El Chiflón
Este sistema de cascadas tiene una altura de 70 metros, y encontré muy interesantes sorpresas en el desarrollo a su alrededor. Para empezar, está constituído en dos parques adyacentes, cada uno en su ribera, pues las márgenes pertenecen a municipios distintos, con lo cual no es uno, sino dos parques cada uno con su peculiar estilo.
El recorrido desde el centro de atención hasta las propias cascadas es espectacular, con pozas de claros tonos azules vegetación exhuberante la cual pude capturar en unas fotos de jungla espectaculares, y a pesar de la temperatura tropical de la zona el recorrido no sofoca, pues gracias a la humedad de las cascadas la vereda es más fresca que el ambiente circundante.
Los miradores que permiten contemplar las cascadas Velo de Novia, Suspiro y Ala de Ángel están perfectamente ubicados para percibir la talla de estas caídas de agua, y en las fotos, el público del otro lado del parque aparece pequeñísimo a la vista: solamente hasta comparar la altura con los visitantes comprendemos lo inmenso de este paraje húmedo.
Algo que nos cayó perfecto en el grupo fue la opción de no regresar por las mismas escaleras de ascenso, sino por una tirolesa al ras de la jungla: una opción espectacular, y además muy práctica pues el musgo cubre varias zonas en las escalinatas y no deja de tener un grado de riesgo el resbalarse.
El restaurante del centro de atención al visitante ofrece una calidad excelente en la presentación y sabor de sus alimentos con platillos regionales y bebidas tradicionales chiapanecas, no le pide nada a un sitio de ciudad, y al contrario, los ingredientes son perceptiblemente frescos.
Es recomendable llevar botas de excursionismo para evitar resbalarse, proteger los tobillos y tener buen paso en las demandantes escaleras, y para más comodidad, llevar un impermeable en nuestra mochila pues según la dirección del viento puede llevar de pronto la brisa hacia los visitantes.
Lagunas de Montebello
Este sistema lacustre me causó una impresión inusual, como de extravío, pues a pesar de estar en zona tropical, debido a la altura, lo rodea una vegetación boscosa, de pinos, con lo que de pronto pareciera ubicarse en Canadá. Sin embargo no es así, es cálido, está en México y se halla en el Parque Nacional Lagunas de Montebello creado en 1959.
Los lagos de profundos tonos azules conectan por ríos subterráneos, ubicándose entre valles y montañas, con lo cual una gran manera de percibirlos es navegándolos en balsas de madera. Éstas se abordan usando chaleco salvavidas y son propulsadas por remo, a cargo de los propios visitantes, haciendo una actividad en grupo.
La navegación en balsa nos lleva a un muelle al otro lado del lago, desde el cual podemos subir por una escalera rústica a un mirador espectacular, divisando otros lagos sin veredas que los conecten, debido a lo escarpado de las montañas que los bordean.
Algo para tener en cuenta es que el descenso de la recepción a las balsas, y luego la subida al mirador, así como el retorno, es exclusivamente por escaleras por lo cual a los visitantes con un estilo de vida sin ejercicio les resultará mucho más retador resolver.
Sima de las Cotorras
Cuando me propusieron esta visita, tuve cierta incredulidad. ¿Cuál era el punto de ver unos hoyos en la selva? Pero ya que las conocí pude entender lo impresionante que resultan estas gigantescas formaciones, además de lo versátil e interesante de los recorridos ofrecidos en este paraje para disfrute del turista con ánimo de aventura.
Localizada a una hora y media por carretera, esta majestuosa formación forma parte de la reserva natural protegida El Ocote, y está administrada por personal de las comunidades Zoque de la región. Al igual que con el Cañón del Sumidero, la Sima de las cotorras puede contemplarse de lejos y de cerca.
En nuestro caso tomamos vuelo con la operadora de aeronaves ultraligeras Valle Bonito, con quienes pudimos sobrevolar la conocida Sima pero también maravillarnos con la presencia de otras igualmente impresionantes pero para las cuales no hay vereda entre la densa jungla.
A pesar de lo que esperaba encontré el vuelo muy cómodo, lo único inesperado fue el frío que se percibe debido a la altura y velocidad: mientras en tierra estaba sudando, al cruzar los aires la sensación térmica cae rápidamente.
El ultraligero es muy interesante, pero descender a la Sima es una experiencia mucho más cercana. De inicio, desde sus balcones superiores podemos contemplar el diámetro de esta formación y el vuelo en círculos, como de carrusel, de las cotorras que le dan nombre.
En este paraje la contemplación no es el final de la experiencia: unas estrechas escaleras llevan abajo al visitante, hasta los pasos en las paredes de la Sima, en las cuales, con estricta seguridad y uso de línea de vida con arnés, el grupo experimenta de primera mano esta formación geológica.
Lo que más me sorprendió fue la presencia de petroglifos en las paredes de la Sima, especialmente en voladizos aparentemente inaccesibles, figuras en color rojo profundo con una edad estimada de 10 mil años de antigüedad. Estos retratan figuras humanas, círculos concéntricos y la silueta de las manos de los artistas prehistóricos que habitaron la zona.
¿Cómo subieron esos retadores muros? Al fondo de esta sima solamente se puede llegar con rapel, pues la vereda no alcanza. Me impresionó conocer que el ecosistema en la base de la sima es diferente al que se halla en la jungla de la superficie, debido al microclima encerrado por la formación rocosa.
El centro de atención al visitante cuenta con cabañas, zona de acampar y restaurante. A pesar de lo remoto de su ubicación los platillos son excelentes. Una precaución que tomé al acudir aquí es llevar un chaleco de múltiples bolsillos con cierre, para evitar la caída de cualquier objeto tanto al recorrer la línea de vida como en el avión de Valle Bonito.
GUÍA DEL VIAJERO
Impermeable
Protector para cámara
Billetes de baja denominación
Mochila resistente al agua
Calzado para excursión
Sombrero de aventura