Por: Dr. Carlos Jaramillo
Aunque los antidepresivos y ansiolíticos juegan un papel clave en el tratamiento de ciertas enfermedades, es importante no perder de vista que, como señala el médico especialista en psiquiatría Ignacio Cuaranta, estos medicamentos son solo un «analgésico mental».
La salud mental es algo que se construye constantemente, y su mantenimiento depende de múltiples factores que van más allá de la medicación. Al igual que con la salud física, el bienestar mental requiere de un enfoque integral que abarque tanto la mente como el cuerpo.
Entre los factores que impactan la salud mental, dos se destacan especialmente: lo que hacemos con nuestra conciencia y con nuestros hábitos diarios. En cuanto a la conciencia, esto incluye cómo gestionamos nuestras emociones, pensamientos y creencias, la forma en que interpretamos y nos enfrentamos a las situaciones cotidianas tiene un impacto directo en nuestro bienestar emocional.
Por otro lado, los hábitos también juegan un papel crucial. Una vida desordenada, sin una rutina saludable, afecta tanto el cuerpo como la mente. El descanso, la alimentación y la actividad física son factores interrelacionados que, si no se cuidan, pueden generar un deterioro en la salud mental.
Es esencial recordar que el cuerpo y la mente están profundamente conectados. No solo la mente puede enfermar al cuerpo, sino que un cuerpo en desequilibrio también puede enfermar la mente.
La falta de sueño, los problemas digestivos asociados con una microbiota alterada, una alimentación deficiente y la pérdida de masa muscular son algunos de los factores que pueden afectar negativamente nuestro bienestar mental. Estos problemas físicos pueden generar estados de ansiedad, irritabilidad o incluso depresión.
A pesar de esto, es común caer en el error de pensar que los psicofármacos son la única solución y aunque estos pueden aliviar los síntomas, el verdadero bienestar mental requiere cambios en el estilo de vida, de lo contrario entramos en un círculo vicioso donde la dependencia de los medicamentos aumenta, sin abordar los factores de fondo que podrían estar provocando estos desequilibrios.
Una tendencia preocupante es el aumento de los problemas de ansiedad y ataques de pánico entre los jóvenes. Cada vez más adolescentes dependen de medicación para gestionar sus emociones, lo que refleja una problemática que no se está abordando desde sus raíces. El origen de estos trastornos no es diferente al de los adultos: malos hábitos de vida, presión social, falta de actividad física y problemas en la calidad del sueño, entre otros.
Este fenómeno es comparable a lo que ocurre con la nutrición y el llamado «menú infantil», una idea errónea que ha llevado a creer que los niños deben comer de manera distinta a los adultos. En realidad, los niños, al igual que los adultos, requieren una nutrición equilibrada y adecuada para su desarrollo físico y mental. Del mismo modo, los jóvenes necesitan hábitos saludables y una estructura que les permita gestionar el estrés y la ansiedad de manera efectiva, no solo depender de medicamentos.
Una de las claves para mejorar la salud mental, tanto en jóvenes como en adultos, es evaluar el presente. Muchas veces nos enfocamos demasiado en lo que ocurrió en el pasado y olvidamos la importancia de observar dónde estamos hoy. ¿Qué hábitos tenemos en este momento? ¿Cómo nos sentimos ahora? Esta autoevaluación es crucial para identificar las áreas de nuestra vida que necesitan cambios.
Modificar nuestros hábitos de sueño, alimentación, ejercicio y manejo del estrés puede marcar una gran diferencia en nuestra salud mental, por eso es necesario adoptar un enfoque integral que incluya tanto el cuidado de la mente como del cuerpo para lograr un bienestar duradero. No se trata solo de aliviar los síntomas con medicamentos sino de construir una base sólida para una vida mentalmente saludable.