Por Alicia Alarcón
Lejos quedaron las escenas de los candidatos demócratas que vestidos con jorongo y sombrero charro visitaban las comunidades mexicanas para convencerlas de que eran conocedores, no solo de su cultura, sino que eran la solución para todos sus problemas.
El ritual se repetía cada 4 años en las elecciones presidenciales. Al candidato se le explicaba que al tamal se le tenía que quitar la hoja antes de clavarle el tenedor y que el champurrado se debía de dejar en la mesa hasta que se enfriara lo suficiente, de lo contrario se exponía a una quemadura de primer grado en la lengua y las encías.
Una vez conseguido el voto y asegurado el triunfo, el candidato en cuestión se olvidaba de las promesas que hacía a la población mexicana. Las consecuencias del desdén y abandono por parte de los demócratas para este sector de votantes se hizo costumbre y los mexicanos hartos de ser considerados incondicionales de un partido, decidieron darle la espalda. Esto se manifestó en las elecciones del 2016. No salieron a votar, a pesar de que el candidato del partido contrario los insultaba y vituperaba, los adultos mayores brillaron por su ausencia el día de las elecciones, lo mismo hicieron sus hijos, pero éstos tuvieron otro motivo.
Los milenios no votaron por su enojo y frustración. Su líder el que enarbolaba la bandera de la Revolución y al que habían apoyado con el mayor de los entusiasmos resultó derrotado en las elecciones primarias y una mujer resultó la vencedora. En lugar de unificar esfuerzos, los milenios siguieron el ejemplo de sus padres y se quedaron en casa.
La ausencia de ese importante bloque electoral, aunado a las conspiraciones y ¨fake news¨ que inundaron las redes sociales y que muchas personas las vieron como ciertas, contra la candidata demócrata, dio por resultado el triunfo de un individuo que mostró desde el primer día de su gobierno su incapacidad para dirigir un país, tan poderoso y complejo como Estados Unidos. Además de incapacidad en los oficios de la administración pública, el Presidente en los casi 4 años que lleva de gobierno ha cometido actos de crueldad y humillación contra minorías, no vistos desde la segunda guerra mundial.
Las imágenes de los agentes de inmigración arrebatando a niños y a bebés en periodo de lactancia de los brazos de sus madres migrantes, sólo se pueden comparar con las imágenes de los nazis que hicieron lo mismo con las madres judías a la entrada de los campos de concentración, la diferencia es que las madres de aquellos niños se enteraban el mismo día de su destino, un destino trágico. A diferencia de las madres centroamericanas que hasta hoy en día claman por el paradero de sus hijos. Ellas fueron deportadas a sus países de origen, sin la menor posibilidad de regresar a Estados Unidos y averiguar qué pasó con sus hijos. Este es el legado más cruel que hasta ahora ha dejado este Presidente.
El 3 de noviembre la población estadounidense definirá su humanidad a través de su voto. La esperanza de un cambio está en la participación masiva de las minorías, sobre todo de los mexicanos que pueden votar. Ellos representan más del 10% de la población en Estados Unidos (40 millones de votos.) Si hacen presencia en las urnas y votan contra el Mandatario actual, el triunfo del candidato demócrata está asegurado. Pero si ¨les vale,¨ cómo les valió en el 2016, preparémonos a ser testigos del debacle de una nación que aspiró a ser un ejemplo de Nación próspera y diversa.
Qué se puede esperar si se reelige al hombre que hasta sus misma familia y más cercanos colaboradores, incluidos miembros de su gabinete, Generales, diplomáticos, administradores, jefes de personal lo han calificado de: ¨Inepto.¨ ¨ ¨Mentiroso¨ ¨Egocentrista.¨ ¨Cruel.¨ ¨Manipulador¨ ¨Ignorante¨ pero hay uno en particular que lo describe mejor que los otros, ¨Deshumanizado¨.